Papa
Las palabras que usamos raras veces nos hacen pensar de sus orígenes. Especialmente palabras que usamos todos los días, por ejemplo, ‘papa’. La muy versátil papa tiene una historia interesante. Sin embargo, no se puede hablar de la papa, si no se habla primero del camote.
Los españoles descubrieron el camote en la isla que llegarían a llamar La Española. En el idioma de los taínos, los primeros habitantes de la isla, a este tubérculo le llamaban batata. Los españoles adoptaron este vocablo y hasta hoy en día así se dice tanto en algunas partes de España como en el Caribe. Cuando los españoles llegaron al Perú, se encontraron con la papa andina, cuya palabra viene del quechua. Los españoles que se habían asentado en el antiguo Imperio incaico adoptaron el muy versátil tubérculo a su dieta y usaron el vocablo quechua para nombrarlo en español. Sus descendientes extendieren el uso de la papa —tanto el tubérculo como la palabra— por toda América. Sin embargo, los españoles que no tomaron raíz en América, al ver los diferentes productos que venían del “Nuevo Mundo” y sin tener contacto con los diversos idiomas americanos, confundían la papa con el camote. Al tiempo, en España, excepto en Canarias y en Andalucía, para distinguir una de la otra, a la papa se le llamó ‘patata’ y al camote ‘batata’.
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Es interesante saber cómo la papa se extendió en el viejo continente. En los estados germánicos del siglo XVII, la población fue introducida a la papa americana por medio del comercio. Cuando vino el tiempo de llamar a este nuevo producto, los habitantes de los diferentes estados germánicos optaron en llamar a la papa con lo que ya estaban familiarizados: las trufas, que en alemán es Tartoffel, que viene del italiano tartufulo, y este del latín territuberum, que significa más o menos ‘tumor terrestre’. Por disimilación, Tartoffel, para referirse sólo a la papa, se convirtió en Kartoffel. En Francia, cuando los franceses se encontraron con la papa, al ver que crecía directamente en la tierra, la nominaron pomme de terre. Pomme, en los tiempos tempranos del francés moderno, significaba ‘fruto’. Así fue como en francés se ha dicho papa: “fruto de la tierra”.
Como podemos ver, nuestra comprensión del mundo está ligada al idioma, o los idiomas, que hablamos. Podemos apreciar bien cómo nuestro alrededor está lleno de tanta historia —bélica, comercial, gastronómica, lingüística—. Entendiendo cómo llamamos a las cosas que nos rodean, podemos entender el porqué y cómo son las cosas como son. Adicionalmente, podemos comprender a otros y ver cómo éstos ven el mundo alrededor suyo.